El cambio climático podría extinguir las ranas de España

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El aumento de la temperatura, la mayor aridez y las enfermedades emergentes forman la receta perfecta para que los anfibios españoles desaparezcan

Notimexico/Redacción. – Los efectos indeseables del cambio climático son cada vez más patentes. Ya se observan impactos directos sobre la agricultura, se reduce la habitabilidad de algunas regiones y está confirmado que afecta negativamente la salud humana. En el aspecto medioambiental, el cambio climático se manifiesta en un incremento en la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos, y resulta determinante en la distribución y expansión de los incendios forestales.

Son muchas las especies de seres vivos gravemente afectadas por los impactos del cambio climático que, recordemos, tienen un origen antropogénico y que actualmente es una de las principales causas de pérdida de biodiversidad.

En muchos casos, la pérdida de biodiversidad se debe a causas directas. El cambio del clima fuerza el desplazamiento de los ecosistemas; pero cuando este movimiento es inviable, ya sea porque el cambio es demasiado brusco, porque el ecosistema presenta una reducida adaptabilidad, o por otros motivos, lo más probable es que las poblaciones se enfrenten a la extinción. En determinados entornos, como los insulares, donde resulta muy difícil para los ecosistemas desplazarse por la barrera del agua, y donde además, los ecosistemas son particularmente sensibles y presentan una alta proporción de endemismos, los efectos del cambio climático pueden suponer la extinción de especies completas.

Pero en otros casos, el cambio climático es causa indirecta de la pérdida de biodiversidad, y los verdaderos detonantes se encuentran en factores intermedios. Por ejemplo, el nuevo clima puede empujar a animales vectores de patógenos —como el mosquito tigre— o a organismos patógenos en sí mismos, desde regiones donde se dan enfermedades endémicas a otras donde la enfermedad no estaba presente. Estos sucesos generan nuevos episodios de epidemias en la fauna silvestre, con efectos potencialmente devastadores.

Las enfermedades infecciosas emergentes son, en gran parte, responsables del declive en las poblaciones de anfibios y de la extinción de sus especies. Aunque sucede en todo el planeta, se ha observado que en España existe un ‘punto caliente’ en este sentido.

La mayoría de los episodios epidémicos con alta mortalidad en la península ibérica están asociados a la quitridiomicosis, una enfermedad causada por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis. Pero, desde principios del siglo XXI, una nueva enfermedad ha empezado a tomar protagonismo: los ranavirus, algunos de ellos capaces de infectar peces, anfibios y reptiles.

Entre los que afectan a los anfibios, se han identificado tres tipos: el virus de la rana, el virus del sapo partero y el virus de la salamandra. De los tres, el virus del sapo partero es el que tiene un área de distribución más restringida: nunca se ha localizado en estado salvaje fuera de Europa. Fue el causante de la epidemia que diezmó la fauna de anfibios de Picos de Europa en 2005, y, actualmente, es la causa principal de mortalidad de anfibios del Viejo Continente.

Las áreas montañosas, al igual que las islas, tienen un efecto aislante sobre las poblaciones de anfibios, que reduce la diversidad genética y el movimiento de sus comunidades, haciéndolas muy sensibles a las infecciones. Y a esto se le pueden sumar los efectos del cambio climático. El aumento de las temperaturas altera el hábitat de los anfibios de montaña, reduce su calidad de vida, y, por lo tanto, aumenta su susceptibilidad a enfermar.

Los patrones de la historia evolutiva del virus del sapo partero son erráticos, irregulares. Pero lo que sí se ha observado es que se asocian íntimamente a la temperatura ambiental: los brotes epidémicos son más frecuentes y más severos cuanto más calor hace.

Un estudio liderado por la investigadora Barbora Thumsovà, del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), muestra que los seis últimos brotes epidémicos de virus del sapo partero en España se han producido tras un incremento inusual de las temperaturas. El virus prevalece durante más tiempo en el agua cuando el calor aumenta. Los brotes que suceden en el resto de Europa parecen seguir la misma tendencia.

Según se muestra en el estudio, recientemente publicado en la revista iScience, la diversidad de virus de sapo partero en Europa parece consistente con una propagación natural, cuyo foco de dispersión podría situarse en España, aunque aún no se pueda asegurar. Los investigadores reclaman la necesidad de realizar más estudios con urgencia para resolver estas incógnitas.

Lo que sí está claro es que el cambio climático, y en concreto el aumento general de las temperaturas, está favoreciendo la aparición de cada vez más brotes epidémicos, así como de su propagación a lugares más fríos. Algo que se suma a la pérdida de hábitat disponible para los anfibios, que requieren de humedad, en una España cada vez más cálida y más seca. El panorama para los anfibios ibéricos resulta desalentador, se mire por donde se mire.

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